miércoles, marzo 08, 2006

nosotros quedamos...

"Todo comenzó en un cuarto que olvidé..."
Ya van 10 años, quise retomar con este suceso. Como siempre con demasiadas ideas en mi cabeza como sentimientos rondando el interior.
Un verano fructífero en aprendizaje del bueno, de la tranquilidad de aire fresco nocturno. Valío la pena, continúa valiendo la pena este traspaso de metáforas cotidianas.
10 años. Un avión perdió rumbo, se estrelló contra una colina.
A bordo iban sueños, alegría, quizás desilusiones.Todas esas cosas humanas que uno carga en el equipaje diario.
En ese viaje, quien alcancé a divisar antes de su partida. No niego, que cada vez que pienso en ella el asombro aún me recorre. Así como una gran carga de conciencia.
Me pregunté al comienzo, porque ella?, ella.
Siempre alegre, con una generosidad espontánea. Pero las explicaciones no bastan.
Supe meses más tarde que ella iba en ese vuelo. Recordé nuestro último encuentro, estaba feliz porque iba a Perú, Maccu Piccu, tanta aventura; internamente pensé en ese momento que yo también debería haber ido, pero ese tipo de aventura aún lo pongo en duda.
Ahora siento tristeza y verguenza, porque nunca he tenido el valor de acercarme a su familia para ofrecer mis condolencias. Cómo hacerlo después de saber la noticia 5 meses tarde?...
Aún no tengo el valor de hacerlo, quizás nunca.
Pero la recuerdo, ella está aquí aún, en el tiempo de esa noche en el puente Pio Nono, un verano de 1996.
Y uno continúa acá, con las cosas del mundo. Con esta posibilidad de vida, siendo el impulso de quienes se han ido, el continuar con sus sueños, o con los mios, pero hacer de esto un algo provechoso.
Tengo que dar las gracias a Vivian, ella siempre ha continuado siendo un ejemplo, en su alegría, su buen ánimo, su recuerdo es tanto lo inexplicable de la pérdida, como quien continuará inalterable.
10 años; que se han hecho estos 10 años, continuaremos sumando: 20, 30, 40... Hasta que el momento nos llame.
En lo personal, encontrarme cerca de la muerte, me acerca a su polo opuesto.
Ojalá pudiera siempre mantener esta conciencia de lo inmperecedero. Que todo se nos va, como los perros de paja de Lao Tse.
Que somos polvo, que incluso algo que podemos construir sea no más que la nutrición para un circulo más complejo e infinito.
No se si entenderé esto algunas vez, porque cuando pienso en infinito, mi mente no alcanza a ver esos límites. Una inmensidad abismal, terrorífica pero cautivante.